El vértigo de una ausencia

I

Ni el orgullo de tus piernas
ni el miedo de tu boca
o el amor de nuestra cama
del nosotros…
Sólo yo,
con el peso de la ciudad quemándome las venas
ardiendo en un camino de multitud intransitada
donde siembro el te quiero que me diste
y ahora llevo en la suela del domingo
y en cada paso perdido
por la calle sin asfalto de la felicidad
donde sólo crecen las flores del hastío
que se riegan con la lluvia de mi pecho
el nosotros…
Queda sólo un ruido de madrugada
tal vez mi corazón buscando sintonía
o mi voz desesperada por romper el silencio que dejaste
queda…
tu nombre en el ritmo de un réquiem
la esquela que me diste en un ya no hay que vernos
y un cigarro más amargo que tus besos.

El hijo de la Inés

 

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