Lázaro Cristóbal Cómala: ‘Jamás en Nottingham… Ni en Durango’.

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Si usted no conoce a Lázaro Cristobal Cómala, reproduzca Nadie Nada, mírese al espejo para pelearse un rato, conozca la a temporalidad de un folk que no nació para encontrarle el hilo negro a un género, escuche el mensaje de un gallo que cedió a la música en español, porque los cacreos en otro idioma no le decían nada.

A principios de 2018 en La Casa, galería de arte duranguense, LCC contó la historia de una canción llamada «Nadie va a Durango«, del compositor Tamaulipense, Jaime Lopez. En el tema, el autor original de Chilanga Banda recitaba algo así como:

«Están bien lejos de la mano de Dios. No hay quien mire ese lugar desde que John Wayne no está, ¿será por eso que nadie va a Durango».

Indignados por las tajantes sentencias que pregonaba la letra, algunos asistentes respondían: ‘¡Ni quien vaya a Matamoros!’ Lázaro, desde el cielo (una azotea) aclaró en buen pedo:

El problema no es Jaime Lopez o el título de su canción, el problema es que estamos esperando a que eso suceda, que alguien venga. Todo ya está aquí. Un historia cultural, ¿Por qué estar esperando un John Wayne o Doroteo Arango? Tener la mano de Dios cerca, ¿para qué?

En ese momento, cual Sayayín, le creció al gallo un pelín más a la cresta. Luego entonó a lo que íbamos, su sencillo «No es cierto que nadie va a Durango».  Estando en el centro de una ciudad con muchas ansiedades, reparé en el bonito parecido de este, con otro gallo entrañable: Allan A’Dayle, el gallo de Notthingham.

Y qué bonitos recuerdos fueron esos, porque a veces sí parece a que «jamás en Durango pasa algo», pero este lugar ya era triste antes de Cristóbal Comala y como remedio, Lázaro insiste en esa medicina emocional que siempre ha sido gratis: la historia de la música en Durango. Abrazando el legado Cardenche, disparando a matar algunos romances en el Hotel Casablanca, molestando otra vez en algún bar y cantina que apoyaron a esos nuevos talentos locales, futuros Pedritos de la Garza, Revueltas de clóset, o solo un bohemio callejero con espíritu de cuenta cuentos en su ciudad. Probablemente todo esté aquí, con Lázaro.

Comencé esta nota reseñando el estreno de «No es cierto que nadie va a Durango», pero entre fechas, horas y lugares, terminé con una noticia desabrida de la que me terminé arrepintiendo. Así que me rendí y me subí al mismo tren que algunos más que ya pusieron en palabras sus pensamientos sobre LCC, como ellos, tampoco pude sin volverlo personal; son varios años intentando vivir, en lugar de sobrevivir; soy yo, y 49 personas más, o 49 personas menos sosteniendo algunos sosteniendo las estrofas con sentimientos que tomamos prestados e intercambiamos de vez en cuando con cada nuevo proyecto de Lázaro.

– Robin Ruelas

The King of Comedy (1983)

Antes de convertirse en publicidad rápida para comedias mediocres, Robert de Niro se encontró en una época dorada para su carrera fílmica durante el final de la década de los setentas y hasta que llegó el año dos mil. Ampliamente reconocido por su trabajo en Taxi Driver (1976) trabajando con el gran director norteamericano Martin Scorsese, logrando uno de los papeles más memorables en la historia del cine mundial. Siete años después, el favorito de Scorsese (luego en la época del dos mil y hacia adelante fue Leonardo DiCaprio) recibe una llamada del director, para trabajar juntos en un nuevo proyecto. Y el resultado fue uno de los mejores personajes del ya longevo actor, y una de las mejores películas en la filmografía del líder actoral.

The King of Comedy es probablemente el filme menos reconocido de Scorsese. Aún Casino (1995) es más comentada que la que trato ahora. De Niro interpreta a un aspirante a comediante, ya entrado en años para recién comenzar en el mundo del entretenimiento. En la vida moderna lo llamaríamos Stand up. Vestido con un traje ridículo que copia a su mayor inspiración del mundo de la comedia: Jerry Langford, interpretado por el pionero actor Jerry Lewis. Rupert Pupkin es un individuo bastante peculiar. Vive aún con su madre, no se menciona su edad, pero se calcula en unos cuarenta años. Tiene delirios constantes, sueños insanos donde se ve a él mismo hablando con Jerry Langford, y éste presentándolo en su famoso show. Se imagina que platican en restaurantes y bares, que Jerry le pide favores porque Rupert ahora es más famoso que él. Se crea un mundo ficticio, y muchas veces lo confunde con la realidad. Obsesionado y desesperado por obtener una oportunidad para demostrar sus dotes cómicos y su capacidad actoral, Rupert Pupkin acude a las oficinas del “Show de Jerry Langford” para probar que tiene talento, para obtener su oportunidad de actuar en el show.
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El espectador experimentado saboreará el humor negro desde los primeros minutos. Conocemos luego a Masha, amiga de Pupkin, compañera del fanatismo extremo. Ambos intentan subir en la escena introductoria al auto de Jerry Langford y Masha logra subir primero haciéndose paso entre la multitud que reclama autógrafos y fotografías. Masha se sube a las piernas de Jerry, éste se asusta, y Rupert aprovecha el descuido del guardaespaldas para subir al auto antes que Jerry, quien se encuentra quitándose a la chica de encima. Cuando el famoso comediante regresa, es persuadido por Rupert para que lo escuche, para que le dé una oportunidad. Jerry le da vagas esperanzas, y el aspirante no se rinde.

En esta película hay situaciones que son tan incómodas para los actores como para el público, se llena nuestro sistema de una vergüenza ajena increíble. A Rupert le atrae una bar-tender en una taberna que el aspirante a comediante frecuenta. La invita a salir, ella acepta. Al inicio todo va bien, piden la carta, les sirven los platillos, y la charla es espontánea y alegre. Rupert le hace una pregunta: “¿Cuál es tu estrella de cine favorita?”, la chica le responde: “Marilyn Monroe”. De inmediato el incómodo personaje saca una libreta ancha de autógrafos, donde con no mucho esfuerzo encuentra el de aquella famosa actriz de los años dorados. La bar-tender siente en ese momento que hizo una pésima elección de cita. Rupert le sigue mostrando los autógrafos, Cary Grant, Burt Reynolds, Mel Brooks, y se dice ser un muy buen amigo de Woody Allen. Al llevarla a casa le promete una reunión en casa de Jerry Langford, y muchas otras fantasías relacionadas con aventuras en compañía de personajes famosos del mundo del entretenimiento y el cine.
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Luego de muchos intentos fallidos para hacerse aparecer en el programa de Jerry Langford, nuestro raro comediante planea un secuestro junto a la loca Masha para, en palabras del protagonista: “es mejor ser rey por un día, que un tonto de por vida”. Así que se lleva a cabo el plan y Jerry cumple con su frase, Masha no corre con la misma suerte. A ella no le interesa ser famosa, ella tan solo quiere tener sexo con Jerry. Última escena de convencimiento: cuando Rupert logra convencer a Rita (la bar-tender) a ir a cenar a la casa de Jerry Langford, y logran llegar aunque nunca fueron invitados. La conclusión de la escena es conocida como el segundo concepto, el otro significado de la palabra incomodidad.

Si alguien por aquí es fan del humor “cringe” que lleva un buen tiempo siendo famoso por YouTube, ver esta película es tener casi dos horas de buen material para satisfacer la sed de vergüenza ajena, una vergüenza ajena actuada magistralmente, llevada de las correas por Martin Scorsese, pionero del humor negro desde ese momento y hasta The Departed (2006), otra genial producción. Me detengo aquí para no seguir narrando escenas, porque no vale la pena leer diálogos y describir gestos para un filme que lanza su literatura a través de la pantalla. O su comedia, como quieran llamarle.

The King of Comedy

1983

Estados Unidos

Martin Scorsese

Robert De Niro, Jerry Lewis, Sandra Bernhard, Tony Randall

Fernando Nájera